Es curioso, me planteé escribir en este blog mis experiencias desde Berlín, pero no puedo evitar estrenarlo hablando de España. Llevo unos días sin parar de mirar la prensa y las redes sociales españolas. Uno lee que
#Spanishrevolution es trending topic y siente un cosquilleo. Estoy ilusionado con las movilizaciones de
Democracia Real Ya, no por el mensaje en sí, si no por lo que creo que representan.
Que los jóvenes por fin salgamos a la calle sin ninguna consigna política es un notición, y yo, a 2000 kilómetros, lo estoy viviendo como si estuviera allí. Las
manifestaciones de Madrid tal vez sirvan para mucho o tal vez no, pero para lo que sí sirven es para que la clase política las vean en el periódico antes que sus mensajes de campaña. Y que su campaña no sea el titular molesta bastante.
Los jóvenes de la Puerta del Sol, que tiran un contenedor contra un escaparate de Zara, no lo hacen por macarrismo puro y duro, si no porque la empresa española que más gana paga 900 euros a un joven que trabaja 40 horas. Además este joven parece que tiene que dar las gracias por trabajar, porque claro, es un privilegiado. Mienras, Inditex, se mete a la saca
628 millones de euros de beneficio. Seguramente les llegue para reparar más de un cristal, y para comprarse todos los cines de la Gran Vía, si queda alguno.
Nuestra generación se ha acostumbrado a que abusen de ella. Ha llegado un punto en el que nos parece normal cobrar un mierda y
trabajar por amor al arte, y por consiguiente, sentirnos un cero a la izquierda. Señores, el trabajo se paga, y los jóvenes ya empiezan a estar hasta la coronilla de trabajar gratis, de generar beneficio y obtener una moñiga a cambio, y las gracias, con un poco de suerte. Estamos hartos de ser becarios eternos. Entre ser becario y quedarse en casa, todos pensábamos: "la experiencia me vendrá bien para después". Pero cuando uno se daba cuenta de que "después" no había nada, se daba de cabezazos contra la pared.
Luego están
los bancos, esos grandes amigos que todos ayudamos a
salvar, y que nunca revierten en nosotros pese a tener beneficios récords y grandes primas para sus directivos. A nosotros, en la práctica, sólo nos importa si nos cobrarán 1 euro cada mes por tener menos de 1000 euros de saldo en la cuenta, como hace Caja Madrid. Mientras veíamos como el Estado les inyectaba cash, a nosotros no nos llegaban las monedas para pagar sus comisiones.
Pero menos mal que nos queda la clase política, esa
élite de hippy/pijos sin formación ni calculadora, con un montón de ideales y ambiciones, y una cegera congénita por perpetuarse en el puesto. Una clase política que sólo busca la victoria, la desacreditación mutua y el populismo barato (y luego les parece telebasura Telecinco). Políticos asiduos a la provocación y la demagogia, y que no dudan en utilizar
las armas más barriobajeras para eliminar al contrario. Y hasta osan a desobedecer a la Junta Electoral. Estos jóvenes han sido más educados, pero yo no:
váyanse a cagar.
Izquierda derecha, derecha izquierda, la misma mierda seca. Lo que están haciendo estos jóvenes (y en general cualquiera de los 5 millones de "desesparados") es gritarles a los políticos a la cara, aunque no la den, y dejar claro que están hasta las narices de tanta morralla.
Desde Berlín se ve todo muy trágico. Mis compañeros de trabajo españoles ni se plantean volver a España. A mi me da pena, a mi me encanta mi país, lo echo de menos pero soy consciente de que no puedo rebatirles cuando ellos me dan la cifras del paro alemán (7,6%) y del español (20,5%). Desde aquí España es como el apocalípsis, el lugar a donde no hay que volver, como pensaron en los 70 todos los que emigraron a Alemania. A mis compañeros ya no les queda ni chispa de ilusión. España les parece un universo muy muy lejano. A mi no. Mi ilusión se ha encendido ahora, me la han despertado las manifestaciones en todo el país, sobre todo en Madrid. Algo se mueve, rezo por ello.
Si no creemos en
esos jóvenes, en nosotros mismos, ¿en quién vamos a creer?, ¿en los que nos han gobernado los últimos 20 años? No, gracias. Tampoco quiero creer en Angela Merkel de Todos los Santos como hacen mis compañeros.
Yo quiero volver a España y sentir que hicimos algo, que por fin reaccionamos. Sé que es muy fácil hablar desde lejos pero tenemos que dar guerra, y sacar a esa clase política de los titulares que tienen en el guión. Ahora saben que estamos ahí, y eso es un buen comienzo.
J. Enrique Santamaría
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